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En el principio es la relación (página 2)




Enviado por Héctor Valle



Partes: 1, 2

Las tres esferas

Martín Buber descreía de vanos apegos a roles de
conductor religioso o incluso de tener para sí una
misión
trascendente. Antes bien, valoraba el hecho de poder mantener
una conversación, de estar junto con el otro en diálogo y
en escucha, en recepción, apertura y entrega. Siendo como
él fue, un educador moral,
trazó una línea demarcatoria en cuanto a una
ética
de la educación al considerar que el conocimiento
se transfiere una vez el maestro se compromete con su clase, habida
cuenta del interés de
aquel en la formación de un gran carácter para cada uno de sus alumnos,
respetando la unicidad del mismo, comprendiéndola y, a
partir de tal comprensión, transferir la enseñanza.
Una de las claves de la obra ?Yo y Tú?, refiere a las
esferas que, según Martín Buber, son tres las
esferas en las que surge el mundo de la relación:
La primera es la de nuestra vida con la naturaleza, la
segunda es la vida con los hombres y la tercera esfera es la
comunicación con las formas
inteligibles.
Esferas que hacen a la esencia de su pensamiento en
tanto refieren a la relación que, a su entender, tiene y
mantiene el hombre
tanto con el microcosmos como con el macrocosmos, sin olvidar que
para él la educación se
transmite no sólo por el ejemplo personal sino
también por un verdadero vínculo. Asimismo, es de
capital
importancia para adentrarnos a cabalidad en su pensamiento el
aprehender el significado que el filósofo da al
Tú:
En cada una de estas esferas, a través de todo proceso de
llegar a ser, cuya presencia sentimos, tendemos la mirada a la
franja del Tú eterno; en cada Tú nos dirigimos al
Tú eterno. Todas estas esferas están incluidas en
el Tú eterno, pero él no está incluido en
ninguna. A través de todas las esferas, irradia una
presencia única. Mas nosotros podemos, sin embargo,
apartar del presente a cada esfera.
De la vida con la naturaleza podemos extraer el mundo
?físico?, el de la existencia material. De la vida con los
hombres podemos extraer el mundo ?noético?, el mundo de
los valores.
Pero entonces, todas las esferas pierden su transparencia y, en
consecuencia, su sentido; todas se han vuelto utilizables y
opacas aunque las iluminemos con los nombres de Cosmos, Eros y
Logos. En efecto, sólo hay Eros para el hombre si los
seres se le vuelven imágenes
del Eterno, con las que se revela la comunidad; y
sólo hay para él Logos si se dirige al misterio por
medio del trabajo y de
los servicios para
el espíritu.
Afrontar la realidad divina con una realidad humana, es de lo que
se trata y nosotros coincidimos, puesto que si uno va en busca
del otro para un encuentro que es, en sí, un renacer, un
redescubrir, ahí y no en la búsqueda pequeña
del provecho, del cálculo,
en ese momento, decimos, en que la intención es la
relación en sí misma, ahí sí el
Tú verdadero será exaltado por Dios. Lo inefable se
dará cita, la chispa del encuentro operará en cada
una de las partes que entraron en relación, el Yo y el
Tú.
El hombre deviene en un Yo a través del Tú, nos
dice Buber. Estas pocas palabras condensan la esencia que hace a
la persona en
contraposición al individuo o
filisteo que solamente ve cosas y pretextos para in en pos de
ellos, olvidándose que pese a esa carrera desenfrenada y
loca, en verdad la vida no se apresura para llevar a cabo su
faena. A esto nosotros lo denominamos la estrategia de la
lentitud, es decir el otorgarnos el tiempo
necesario para ahondar en lo que entendemos debe ser sopesado y
profundizado, al coincidir con Buber en que el hombre libre
sólo tiene una resolución, la de marchar hacia su
destino.

¿Modernidad?

Cuando Ludwig Feuerbach planteó su teoría
de la proyección -o la muerte de
Dios-, en verdad lo proyectado fue "la muerte del
hombre".
Una vez producido el Holocausto, se
dio, irremediablemente, el fin del paradigma de
la modernidad. Ésta comenzó promediando el siglo
XVII para caer en una profunda crisis luego
de la Primer Guerra Mundial,
iniciándose un período entre ésta y la
Segunda Guerra que
Martin Buber
denominara el oscurecimiento de la luz del cielo, el
crepúsculo de Dios refiriéndose al carácter
del momento histórico de esa hora.
Podemos, pues, tomar el término posmodernidad
como la época que le sigue a aquella y que hoy nos
comprende. Por lo que, y en acuerdo con teólogos e
historiadores, si el holocausto deparó el fin de la
modernidad, el nacimiento del Estado de
Israel fue el
inicio de la era posmoderna.

La
alineación

Este mundo, ha visto resquebrajarse la fe en la modernidad. La
alienación junto con el vacío existencial son males
cotidianos ante los cuales nos encontramos aparentemente sin
salida.
El hombre está alienado de sí mismo y se inclina
ante las obras de sus propias manos. Lo que el hombre moldea
luego venera. En la actualidad los ídolos simplemente
tienen aspectos variados: son las cosas, las posesiones, las
entelequias supuestamente dadoras de sentido y de lugar, todo lo
cual a condición de la renuncia a la singularidad del ser
humano, a su responsabilidad en el hacer y en el ser, sea en lo
público como en lo privado.
La alienación del hombre se da junto con, o por imperio
de, más precisamente, una caducidad de los sentimientos y
una carencia, cada vez mayor, de pensamiento crítico. Hay
una queda de la responsabilidad que le atañe a cada
persona y que no hace más que propiciar una renuncia
personal a la libertad,
porque asumirla, digámoslo con claridad, implica
responsabilizarse y para hacerlo hay que dar cabida a la
reflexión, al diálogo interior, a la voz de la
conciencia, y a
la cordialidad, al buen latir del corazón.
Un seguimiento lineal de este proceso de renuncia, llevará
al hombre a su deshumanización y a la constatación
de una depresión
profunda del individuo. La cosificación, el mero tener
para sentir que se es, así se alcance un nivel importante,
nos empobrecerá enormemente, puesto que, recordando a
Erich Fromm, podremos tener mucho pero seremos muy poco.

La violencia

Ya inmersos en nuestra época, vemos lo kafkiana que es:
El laberíntico mundo moderno en su fase tardía, el
mundo de nuestros siglos XX y XXI, con sus poderes
anónimos, sus guerras, sus
genocidios, la explotación más vil de humanos por
humanos, ha superado los máximos horrores nunca antes
conocidos.
Fue John Stuart Mill quien denominara etología a la ciencia del
carácter. Mucho después, en la segunda mital del
siglo XX, 1966, Konrad Lorenz utilizó dicho término
para designar al estudio del comportamiento
animal, comprendido el humano.
Nos importa destacar el sentido y la proyección dados por
Mill. Los hechos de violencia que
vivimos cada vez con mayor frecuencia, intensidad y diversidad en
sus manifestaciones y en los más variados ámbitos,
nos lleva a cuestionarnos sobre el carácter del hombre y,
en tal sentido, el querer buscar las causas que impulsan tales
actitudes de
cuyos resultados podremos esbozar estrategias y
tácticas, métodos y
acciones
puntuales tendientes a aminorar tales causas, lo máximo
posible.
Para hacerlo, para que nuestro intento tenga, siquiera,
posibilidades ciertas de un resultado favorable a la persona por
vía de la acción
resultante de tal estudio, es aconsejable el focalizar la lente
en quien se comporta violentamente y no, meramente, en el
comportamiento.
Es decir, el estudiar también, y especialmente, el
núcleo y no solamente lo periférico.

Lo
pulsional

Disquisición, interrogación, que parte de un
cuestionamiento clave: ¿Cuál es nuestra
naturaleza?
El estudio de las pulsiones de vida y de muerte, nos conduce hoy
a la
investigación de la agresividad en sus dos vertientes,
la benigna y la maligna, pero no en tanto instintivas
únicamente, lo que sería caer atrapados en un
reduccionismo, sino con una mirada abarcadora que comprenda y
aprehenda cómo nuestras pasiones vienen dadas con nuestros
procesos
vitales y de aquello que emerge de los mismos, sumando, pues, la
experiencia de vida antes de cerrar la mirada y evaluar el
todo.
Erich Fromm nos recuerda que: "El intento del hombre de hacer que
la vida tenga significado y de sentir el máximo de
intensidad y fuerza que
pueda (o crea poder) lograr en las circunstancias dadas."
La permanencia de estas manifestaciones le hacer ser hombre y no
cosa, le aleja del no-individuo.
El asunto, según lo entendemos, está en
privilegiar, en dar rienda a aquellas pasiones facilitadoras y
favorecedoras de la vida, antes que las otras, las destructoras.
A vía de ejemplo digamos que tan nociva es la violencia
irracional como aquella otra violencia que pretende ser explicada
por imperio del hacer justicia e
imponer orden. Antes bien, creemos en la vida y en un hacer en el
que la persona esté en armonía con los otros, sin
perder su identidad, su
libertad; siendo responsable sea en lo público como en lo
privado.
Lo sustantivo, pues, es el amor a la
vida antes que el amor a la
muerte. De eso se trata lo nuestro, creo yo, y no de otra
cosa.

Lo
daimónico

La violencia, nos ilustra el psicoanalista Rollo May,
constituye una deformación de lo daimónico, una
especie de ?posesión demoníaca? en su aspecto
más despiadado. Vivimos en una época de
transición en la que los canales normales de
expresión de lo daimónico se hallan cerrados.
Y para el psicoanalista americano (así como también
Carl Gustav Jung hablara de la coincidentia oppositorum) lo
daimónico opera en sus dos aspectos, lo diabólico y
lo simbólico. Nos dice al respecto que: ?El significado
literal de diabolos es el de ?desgarrar? (dia-bollein). Resulta
muy significativo advertir que diabólico es el antónimo de ?simbólico?, un
término que procede de sym-bollein, que significa
?reunir?, juntar. Este significado etimológico tiene una
importancia extraordinaria en lo que respecta a la ontología del bien y del mal. Lo
simbólico es, pues, lo que reúne, lo que vincula,
lo que integra al individuo consigo mismo y con el grupo. Lo
diabólico, por el contrario, es aquello que lo desintegra;
aquello que lo mantiene separado. Ambas facetas se hallan
presentes en lo daimónico,

Una mirada a nosotros
mismos

La reconciliación con nuestras contradicciones no
supone la eliminación de nuestros adversarios externos
pero sí modifica nuestra relación con ellos. Para
alcanzar la paz nos vemos obligados a realizar un doloroso
esfuerzo espiritual. Sólo entonces dejaremos de considerar
que la maldad es algo diabólico y comenzaremos a
relacionarnos con ella en términos mucho más
humanos. Esto es, a fin de cuentas, el
camino de la humildad, camino que nos enseña que el
verdadero sendero que conduce a la paz pasa por el reconocimiento
de que hasta el más encarnizado de nuestros enemigos no
deja, por ello, de ser tan humano como nosotros.
Hacia otro de los extremos, coincidimos con George Orwell cuando
afirma que: ?No cabe la menor duda de que un santo debe evitar el
alcohol, la
carne, etcétera, pero, de la misma manera, los seres
humanos deben evitar la santidad.? Puesto que se busca una
identificación exclusiva con nuestros aspectos virtuosos,
ignorando los opuestos y, por ende, no atendiendo a la unidad de
nuestro ser, pares de opuestos que la conforman.
En inglés,
la raíz de la palabra salud (health) está
relacionada con la de ?totalidad? (whole). La maldad deja de ser
algo que debemos destruir violentamente para convertirse en una
enfermedad que debemos curar, algo que hay que completar.
Sólo haciéndonos seres completos hallaremos el
camino que conduce a la paz y al bienestar. Y, para lograrlo, es
fundamental que nos reconciliemos con nuestras facetas pecadoras
e imperfectas.
Uno de los principales objetivos
terapéuticos de la psicología profunda
se asienta en tomar el ?coraje moral necesario para no tratar de
ser ni mejor ni peor de lo que uno realmente es.?, al estar de lo
dicho por Erich Fromm. En razón de lo cual, al aceptar
nuestras imperfecciones, alcanzaremos la verdadera paz.

Adversarios y
adversidades

Goethe decía que nuestros amigos nos enseñan lo
que podemos hacer y nuestros enemigos lo que debemos hacer.
Desde lo psicológico, el proceso de creación de un
enemigo parece originarse en una proyección de nuestra
sombra sobre aquellas personas que se adecuan a la imagen que
tenemos de lo inferior. Y en lo que atañe al ámbito
de lo colectivo ?nación,
raza, religión– el proceso de creación de
enemigos adquiere proporciones míticas, dramáticas
y, muchas veces, trágicas. El enfrentamiento con nuestros
enemigos cumple una función
redentora.
Según el sociólogo Ernest Becker: ?Si hay algo que
nos han enseñado las terribles guerras de nuestra
época es que el enemigo cumple con la función
rituálica de redimirnos del mal. Por eso todas las guerras
son consideradas ?guerras santas?, en el doble sentido de
constituir, por una parte, una forma de librar al mundo de la
maldad y, por la otra, una revelación de nuestro propio
destino, una función de que Dios está de nuestra
parte.?
El verdadero adversario de nuestro tiempo ?el hambre, la pobreza, la
destrucción indiscriminada de nuestro habitat- está
más allá de toda proyección y sólo
podrá resolverse adecuadamente cuando asumamos y seamos
los dueños de nuestra sombra colectiva. El precio que
debemos pagar por arrojar nuestro ser a la oscuridad es la
pérdida del alma. Vivimos
en una época de desmesura donde más que nunca
recordamos la frase de Nietzsche: ?El
Arte impide
que muramos de realidad.? Jung, a su vez, decía que:
?Hemos olvidado ingenuamente que bajo el mundo de la razón
descansa otro mundo. Ignoro lo que la humanidad deberá
soportar todavía antes de que se atreva a admitirlo.?
Sólo disponemos de una forma de protegernos de la maldad
humana representada por la fuerza inconsciente de las masas:
Desarrollar nuestra conciencia individual. La frontera para
enfrentarnos a la sombra se halla en el interior del
individuo.

Un paso

Somos de la creencia que debemos dar un paso adelante, firme y
resueltamente, en pro de los valores
más caros al humanismo.;
vivir nuestra propia vida, pero vivirla con sentido, con propiedad, es
decir, de cara a la gente, junto con la gente, sin gestos
altisonantes sino en el ánimo y en el hacer de un hoy
más humano y compartible.
La labor de una persona es la labor de la humanidad, nada
está prefijado, todo está por decirse siempre que
impere en nuestras mentes, toda vez que reine en nuestros
corazones, el espíritu de proceder con rigor y con
misericordia. Educar es vivir, vivir es dar sentido a lo que una
vez aprendimos.
Enseñemos, pues, a vivir con dignidad y en
el amor. Si nuestro hoy es perverso, nosotros no lo seremos, si
nuestro hoy nos conmueve nosotros no nos postraremos sino que
caminaremos, algo más lentos, algo más dolidos,
pero con paz interior al sabernos hacedores de la cuota parte que
nos corresponde en el hacer del mundo. La vida siempre sorprende
y aunque la posibilidad sea de las más exiguas, igualmente
nos compete dar cabida a la misma y eso solamente se hace en el
compromiso cotidiano y permanente de una vida en donde la
ética y la moral
estén en armonía. Podremos equivocarnos pero a la
postre venceremos, siempre venceremos. Elijamos nosotros si
queremos ser exitosos o queremos ser personas. Optemos por la
vida por nuestros hijos, por nuestros hermanos, por nuestra
propia e inembargable existencia, porque podrán vender
nuestras cosas mas nunca nuestro espíritu. Podemos
hacerlo, hagámoslo. Demos el paso necesario, marquemos
hondamente nuestra huella que al fin y al cabo, el suelo es nuestro
como nuestro es el cielo.

La escuela

La escuela puede ser
un arma contra el hambre, solemos escuchar. Es cierto pero es
poco o más bien es limitativo. Digamos que la escuela es
la fuente de agua
límpida y fresca donde los niños
sacian la sed de conocimientos y se descubren capaces de ser, en
plenitud, personas.
En ella se puede (y se debe) aprender a convivir y a compartir,
en un espacio público e igualitario en oportunidades,
dando curso a las potencialidades benéficas que anidan en
el ser humano.
La escuela, remarcamos, es ese espacio trascendente donde el
niño puede en condiciones dignas, manifestarse y acotarse.
Ser y saber contenerse para que el otro pueda, a su tiempo, ser
también, como él, persona y proyecto, mente y
espíritu, razón y corazón en evolución, a punto de descubrirse en el
camino, en el camino de la vida.
Si quisiéramos darle a esto una sustentación
economicista, al tiempo que proyectar al entorno del niño
la responsabilidad del buen fin que promueve la enseñanza,
recurriríamos a lo expresado por el profesor James
Heckman, de la Universidad de
Chicago y premio Nobel de Economía del año 2000. Heckman
advierte que lo que pesa más en la educación de los
hijos es la escolaridad de los padres. Esta afirmación la
efectuó, con particular énfasis, en el Encuentro
Latinoamericano de la Sociedad de
Econometría 2002, celebrado en la ciudad de São
Paulo, Brasil, donde
presentó los cálculos que avalan la importancia de
la familia. De
su discurso,
tomamos las siguientes palabras: ?Un niño que viva en un
ambiente
familiar con recursos y de
adultos instruidos tendrá un mayor acceso a la información, a juegos
didácticos, al conocimiento. Todo lo cual será
preponderante en su acceso y en su decisión de seguir los
estudios.?
Tenemos, entonces, nosotros los adultos un deber más y a
la vez, primordial: continuar nuestro camino de
perfeccionamiento, de instrucción, de apertura al
conocimiento en la esfera de acción que nos ocupe. De tal
modo, habremos de irradiar a quienes nos rodean una modalidad de
ser, de continuar la diaria porfía por un conocimiento
más acabado y abarcador a la vez. No es tiempo perdido
sino tiempo recobrado el que nos damos en gracia para poder
indagar, cuestionar y cuestionarnos en aspectos esenciales como
aparentemente tribiales.
Lo que nos lleva, sin duda, a esfuerzos extraordinarios, en
muchos casos, para que tal complemento en la instrucción
de los adultos se dé cita. De ahí que, una vez
más, recordemos al excelente pedagogo que fue
Martín Buber, en su memorable porfía que le cupo en
Palestina, al organizar (casi podríamos decir crear) la
instrucción para los adultos que llegaban a aquella
tierra
sedientos de pertenencia y, muchas veces, carentes de una
instrucción apropiada a su desarrollo
pleno como personas.

Vivir la propia vida, la
nuestra: Intransferible y honda

Dicen que el poeta y el pintor son inventores de formas. Se
sirven de las ideas comunes y de todos los rostros. ¿Por
qué, entonces, no darnos permiso para mirar las cosas con
los ojos de la imaginación más pura,
viéndolas en una realidad más profunda para luego
proyectarlas a otra realidad capaz de darse si osamos laborar en
tal sentido?. ¿Cómo? Pues, logrando imágenes
más fuertes que las imágenes reales, siendo como
somos pero sabiéndonos ?algo que muchas veces no nos lo
permitimos- la quintaesencia de la realidad percibida.
Raras veces vivimos desde nuestra propia vida al actuar por
reacción en lugar de partir desde la acción propia,
en positivo, desde lo nuestro que es el uno para,
armónicamente, complementarnos, sea con lo opuesto dentro
de nosotros mismos bien como con el otro, entrando en el
principio dialógico, en el encuentro que reconoce a
quienes acceden al diálogo y confiere identidad a tanto al
Tú como al Yo, partes de ese encuentro. Recordemos, a fin
de destacar la relevancia de lo antes expresado, que raras veces
las personas viven con placer su verdadera vida y sino veamos a
Peer Gynt que no pudo vivir su propia vida y al volver a su
país, ya anciano y desconocido, vio cómo se
vendían los accesorios de su propia leyenda?

De regreso a
Buber

En torno a la
posmodernidad, dice el teólogo alemán Hans
Küng que:
Desde el punto de vista de la cultura, nos
movemos hacia una orientación postideológica.
El universo
cultural del futuro estará marcado por el pluralismo.
Desde el punto de vista religioso, se prepara un mundo
postconfesional e interreligioso. Empieza a desarrollarse, a paso
lento y penoso, una comunidad multiconfesional y
ecuménica.
El cambio de
paradigma de la modernidad a la posmodernidad supone un
fundamental cambio de valores (no necesariamente una
desaparición de valores) que conducirá a un
robustecimiento de la visión ético-religiosa del
mundo:
– de una ciencia amoral
a una ciencia éticamente responsable;
– de una tecnocracia dominadora del hombre a una tecnología al
servicio de un
hombre más humano;
– de una industria de
impacto medioambiental a una industria que, de acuerdo con la
naturaleza, fomente los auténticos intereses y necesidades
del hombre;
– de una democracia
jurídico-formal a una democracia viva que garantice la
libertad y la justicia.
En este contexto, Küng nos dice, más adelante, lo
siguiente respecto de Buber:
La reflexión de Buber sobre el principio dialógico,
plasmada en un lenguaje tan
abstracto como expresivo, culmina en un punto teológico.
Su libro descansa
en último término sobre la convicción de que
cada relación Yo-Tú remite a un Tú eterno.
Este Tú eterno no es conocido por principios
teóricos o especulaciones metafísicas, sino por la
relación personal con él que el hombre puede
encontrar en todas partes, en personas animales, en la
naturaleza o en obras de arte.
Una cosa es clara en este sentido para Buber: la
revelación acontece en los encuentros personales con el
eterno Tú, y no sólo en aquel entonces del
Sinaí sino en el aquí y ahora, y siempre en ese
momento en el que estoy abierto a recibirla. No es la Biblia un
libro muerto, sino un relato vivo de encuentros dialógicos
entre el hombre y Dios.
Toda auténtica vida es, pues, para Buber, un
encuentro.

Detrás de la
máscara

Veamos cómo al escribir intentamos obrar en un sentido
que a veces nos es esquivo. Porque el valor
imaginativo resulta de la elección y del color de las
palabras tanto como de la longitud de la frase, de su
apropiación al personaje que describen. Muchas veces la
explicación de un hecho como de una actitud,
está por debajo de la visión. Se halla tras una
aparente máscara de verdad. Es esa aparente máscara
que nosotros, en estas líneas, queremos quitar para
mostrar, al menos, nuestro sentido de lo verdadero en esto que
hemos dado en denominar el principio de relación, al
recordar al maestro y gran humanista Martín Buber.
Dijo el inefable Marcel Schwob que la semejanza es el lenguaje
intelectual de las diferencias y éstas son, a su vez, el
lenguaje sensible de la semejanza. Todo en este mundo no es
más que signos y
signos de signos.
Del mismo modo que las máscaras son el signo que existe de
los rostros, las palabras son el signo que existe de las cosas. Y
las cosas son signos de lo incomprensible. El Ser, en definitiva,
es la perfecta colección de los individuos del Universo,
recuerda Schowb, porque el ser, al razonar las cosas, las concibe
bajo la semejanza; cuando las imagina, las expresa bajo la
diversidad.
Al incitar a la reflexión, bregamos, modestamente, por lo
más caro al ser humano: su trascendencia, esa chispa que
anida e impregna la interioridad de la persona y que hace que
confluyan tanto la espiritualidad como la religiosidad al no
procurarse un dios sino, y antes bien, al bucear en las
profundidades del inconsciente colectivo para emerger tan vivos
como únicos en solidaridad con
el resto de la humanidad.
Como dice la entrañable Simone Weil: ?En realidad nunca
debe buscarse a Dios, sino crear las condiciones para que la
atención pueda tender libremente al
Bien.?

Hablemos de lo
inefable.

Lo inefable
Las cuatro letras del nombre divino YHVH, corresponden cada una a
un emblema, según una tradición judía:
Y (yod) al hombre
H (he) al león
V (vau) al toro
y la segunda H (he) al águila
Es el Tetragrammaton de la Kabbalah, el nombre impronunciable de
Dios en hebreo.
Por el contrario y como resalta Luis Fernando Verissimo, escritor
y periodista brasileño, las letras ACGT, mis Hermanos, no
infieren nada trascendente, aunque sí mediático en
el momento actual, y con tendencia a cosificar aún mas las
acciones humanas en el futuro.
Estas últimas 4 letras que mencioné, ACGT, refieren
a las cuatro bases químicas del ADN, a saber:
Adenina, citosina, guanina y timina, cuyas combinaciones
determinan nuestras vidas.
Pero por más que sepamos, no sabemos nada. Por más
extensión de vida, por más que nos olvidemos de
nuestro Ser Esencial, cosificándonos, reitero, lo
imponderable permanece inalterado.
Se podrá lograr la eternidad, pero no se entenderá
nada. No en esos términos.
No si el rumbo es la banalidad, no si el precio es el desapego,
no si abdicáramos de la fraternidad y ésta, que
sepamos, no puede encapsularse; es inasible.

El
autoconocimiento

En suma, Buber nos enseña que la educación debe
basarse en la confianza. Confianza esta que se asienta, se da, en
una persona singular que solamente puede ser redimida a
través del encuentro con el Tú.
Dice bien Kalman Yaron que el pensamiento educacional, basado en
la propia filosofía del diálogo, forman la
teoría de la educación de Martín Buber,
anclada, por cierto, en su filosofía
antropológica.
Buber vio a la educación como a un proceso de vida, de
toda la vida, para el cual la meta del
educador ha de ser la de motivar al alumno tanto al
autoconocimiento como así también, al
autoperfeccionamiento.
Finalmente, al terminar estas líneas lo hacemos desde un
Yo a un Tú. Desde un amigo para con otro amigo: Franz
Rosenzweig para con Martín Buber.
Dice Rosenzweig que: ?Lo que debe el hombre es amar a su
prójimo como a sí mismo. Como a sí mismo. Tu
prójimo es como tú. El hombre no debe renegar de
sí. Precisamente aquí, en el mandamiento del amor,
su sí-mismo resulta confirmado definitivamente en su
puesto. No es que se le ponga ante los ojos el mundo como una
mezcolanza infinita y se le diga, señalando con el dedo a
toda esa mezcolanza, eso eres tú. Eso eres tú,
así que deja de distinguirte de ello y ve a mezclarte
tú también en él, a desaparecer y perderte
en él. No. Muy al contrario, Del caos infinito del mundo
se le pone ante su alma un algo próximo, su
prójimo; y de él, y en primer lugar, sólo de
él se le dice: él es como tú. Como
tú, o sea, no tú. Tú sigues siendo
tú, y debes seguir siendo. Pero él no debe quedar
para ti siendo un él, o sea meramente un ello para tu
tú; sino que él es como tú, como tu
tú; un tú como tú; un yo; alma.-
Así finalizamos este trabajo, en clave de amistad, que es
un principio de vida, como lo fue para Martín Buber, como
lo fue para Franz Rosenzweig, como lo es para tantas personas y
tantos educadores. Como debe ser, sin más.-

Bibliografía

Barth, Karl Carta a los
Romanos
Becker, Ernst The denial of death. New York, Free Press.
Buber, Martín Yo y Tú, Ediciones Nueva
Visión
Eclesiastés, Versión de la Biblia del Oso, Muchnik
Editores SA
Fromm, Erich Depth Psychology and a New Ethic, London, Hodder
& Stoughton
Jung, Carl Gustav Recuerdos, sueños, pensamientos, Seix
Barral
Küng, Hans El Judaísmo, Editorial Trotta
May, Rollo Amor y Voluntad, Gedisa
Nietzsche,F. La genealogía de la moral, Alianza
Editorial
Orwell , George Collected Essays, London, Heinemann
Rosenzweig, Franz La Estrella de la Redención, Ediciones
Sígueme SA.
Schwob, Marcel Mimos, Espicilegio, Vidas imaginarias, Ediciones
Siruela
Weil, Simone Raíces del existir, Editorial
Sudamericana
Yaron, Kalman Martín Buber, Prospects, Int. Bureau of
Education, París, UNESCO

Héctor Valle

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